El ruido que oí hace un momento es de otro tiempo, debe serlo, no de
tiempos distantes quizá, pero sí de una hora paralela donde crece una flor en
la tecla equivocada, así, mientras yo esperaba que ya todos durmieran, resulta
que el impropio forastero hace sonar una manija invisible, un como desarmador con sonido grave y claro,
ante el cual, salgo a prisa del baño a
la habitación, y escribo para buscar meticulosamente el escupitajo.
Donde creí haber
escuchado el ruido no hay origen perceptible, al menos que se pueda apreciar
con los ojos del cuerpo. Maldigo para
mis adentros, punto y seguido. Luego salgo al pasillo sigilosamente, con la esperanza de interceptar el huidizo
origen del ruido que escuche antes. Me detengo en seco porque creo oír el ruido
en otro punto de la casa, esta vez es algo como una hoja que es arrastrada por
el viento, no logro esclarecer dónde,
pero definitivamente es dentro de la casa.
Releo el texto inconcluso y me doy cuenta de que he cometido muchas
erratas. Entonces, deslizo el cursor en la pantalla, colocándolo en cada error;
borro, corrijo, reedito. Listo para imprimir.
Algo me dice que la flor empieza a abrirse mientras bajo las escaleras
en busca del ruido que aun no localizo.
Tendré que acostumbrarme a vivir y a escribir con una flor oculta y ruidos de
hojas, manijas, desarmadores en la casa.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.