A Markos y Kristian
Algo de lo más extraño
sucedió el otro día en casa. Debe haber sido media mañana. Después de que Brian
y yo terminamos de ver nuestro programa favorito de televisión, le arrebate el
control y apague la tele, luego
corrí a la otra habitación y él me siguió.
-¡Dame ese control
remoto! quiero ver más tele- grita Brian.
-No lo haré. ¡Es mío!-
Ultima mente no sé
porqué disfruto tanto guasear a la
gente, es algo divertido ver como se ponen gruñones, especialmente mi hermanito
Brian. Creo que se me ha hecho habito molestarlo, aunque eso puede meterme en
problemas, no puedo evitarlo.
-No, ¡es mío! dámelo
te estoy diciendo.
Remedo cada palabra
que dice y eso lo enoja tanto.
-¡Tómalo si puedes…tonto!-
guaseo.
Dejo que se acerque
más a mí mientras levanto el control remoto por sobre mi cabeza para que no pueda alcanzarlo. El me
empuja y casi me caigo. Siento las teclas suaves del control remoto mientras
presiono fuerte, quizá, inconscientemente, trataba de agarrarme a algún
soporte.
-¡Josh! -grita Brian.
-Vas a hacer que me
caiga-
-¿Josh?- insiste
Brian.
-¿Qué?
-Hay una luciérnaga en
la casa- responde enfáticamente.
-Sí como no. Estas
bromeando, ¿no es cierto?
-¡No, la vi!
-¿Y cómo supiste que
es una luciérnaga? digo riéndome.
-¡Aluzó y la vi dos
veces!- contesta mostrando dos dedos como orejas de conejo.
-¡Un bicho de luz en
pleno día! Son criaturas nocturnas. ¡No te creo!
-¿Qué quiere decir
nocturnas? indaga Brian.
-Nocturnas, ya sabes…
despiertas de noche y dormidas de día ¿comprendes?
-¡Ah, sí, comprendo!
No podía ver la luz,
sólo podía ver un insecto revoloteando y escondiéndose de vez en cuando atrás
de los objetos, o en las sombras.
Brian, que es un niño
muy listo para su edad (aunque no más que yo, eso es seguro) no sabía cómo
hacer que la luciérnaga alumbrara otra vez.
De pronto, se me
ocurrió que si presionaba la tecla de encendido del control remoto, una luz
amarilla brillaría, -puede funcionar- pensé, así que lo hice y funciono.
Presione la tecla
continuamente, y la luciérnaga pareció salir del cuadro de acuarela, de adentro
del paisaje y las sombras verde oscuras de los árboles. Se acercó más y más
como siguiendo la luz, o quizá respondiendo a una señal.
De la nada estábamos
comunicándonos con una luciérnaga. Eso fue genial. Brian quería quedársela de
mascota, por horas jugamos con ella
hasta que la perdimos en algún lugar de la casa.
Una mañana, semanas
después, mi mamá estaba preparando el desayuno y Brian jugaba en el piso de la
cocina, cuando oí una especie de discusión:
-¡No pises la
luciérnaga!-dijo Brian.
-¿De qué hablas?-
respondió mamá.
-¡Mira!
Le enseño algo en el
piso
-¡Es sólo un bicho,
cariño! exclamó mamá.
-No, no es sólo un
bicho. Josh sabe que es una luciérnaga ¿verdad que sí Josh?- Brian grito.
Yo respondí desde
donde estaba dibujando un pájaro para mi nuevo libro de predadores: “mamá, un
cuerpo de semilla de girasol con algo como la cabeza de una naranja, es igual a una luciérnaga,
dah!
-¡No tiene su linterna
encendida!- bromeó mamá.
No sabemos si era la
misma luciérnaga de hace semanas, y no sabemos qué estaba haciendo dentro de la
casa otra vez. Creo que no era la misma. Alguna vez alguien me dijo que las
luciérnagas no viven mucho tiempo. Pero ahora, no sólo una pregunta me agusana
todo el tiempo. Para empezar: ¿Qué estaba haciendo dentro de la casa? ¿Por qué
en pleno día? ¿De verdad estábamos hablando con luciérnagas? ¿Volverán?
Yo voy a buscar el
control remoto y ya veremos.
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red
Beatriz Osornio Morales, imagen de la red