miércoles, 13 de mayo de 2009

EL NIÑO PERDIDO

A veces, cuando nos miramos al espejo econtramos un mundo desconocido.

Es enajenante reclinarse sobre la espalda y contemplar el techo. Las convicciones cobran forma en ese rostro estático. Los deseos más ardientes se acrecientan en la garganta de Tirol. Todas las ciudades acuden desde la antigüedad, con sus ríos de sangre seca bajo la transparencia que corre, empujada por fuerzas apremiantes.


Los egipcios y los Pompeyos combaten en los granitos de yeso, el imperio de la existencia está en tela de juicio. No basta saber o no saber y hallarse en la ignorancia. El hombre anda loco buscando, buscando aquí y allá un trozo que le falta, y se detiene sólo para volver a quedar perplejo en su pregunta, cree que sueña y se reinventa, pero anda loco viviendo en las catacumbas, en la necrópolis de Roma, en las Pirámides de la Luna y el Sol, en la huída de Quetzalcóatl.

Un hombre solo persigue en su música, hay llanto y en sus armas químicas un reflejo del paraíso terrenal, un idealismo de dominación del mundo absoluto, pero ¿Cómo dominarse a sí mismo de la destrucción? Desde el imperialismo estadounidense hasta Hiroshima destruida, el hombre miente.

Habría que observar con la búsqueda del hombre milenario, desde la prehistoria hasta el siglo XXI, en adelante el pronóstico o la suposición etérea, serán simplemente.

La existencia puede ser un esfuerzo de la Filosofía, o simple materia en transformación, supervivencia de la magia en un más acá, pero hay preguntas sin contestar. En cada hendidura de este manto solar, se destila humedad y fuerza de recreación, que hacen que la salamandra no pierda sus miembros en el ataque de la naturaleza mortal.

Todo converge en esta noche. Todos los pasadizos conduces a desmentirse de sí mismos.

No he hablado de gloria, ni de ideas, el idealismo es lo que une o destruye entre las gentes, la gloria es algo común. Sé que soy casi como los otros, un personaje que ha sido creado para mentir a la manera del hombre, y estoy lejos del pulso que me dicta, porque me re uso a ser estratagema o compendio moral para la sociedad. Aunque la sangre me siga horrorizada, es aterrante llegar a sentir y descifrarse.

Beatriz Osornio Morales. Imagen de la Red

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