miércoles, 28 de mayo de 2008

LA CIUDAD DEL MUELLE

Mayo 25 del 2008

Ayer estuvimos en Norfolk, ciudad conocida solamente por ser si no la más grande, si una de las ciudades navales más grandes del mundo. Queríamos dar un paseo por el muelle aprovechando el día soleado.

En esta ciudad se llega al muelle por cualquier calle, por cualquier brecha o privada. Como parte de la peninsula, Norfolk es una entrada de tierra en el mar, una punta aislada, toda muelle y aparcamiento para barcos de guerra, cargueros aereos y barcos de pesca industrial. Su estructura arquitectónica es moderna, a diferencia de otros lugares en la peninsula de Virginia, Norfolk posee cierto encanto artístico en la construcción de sus edificios, ya sean de concreto, metal, vidrio o cualquier otra combinación. Las calles son acogedoras. Caminando en las calles de Norfolk, el mar parece estar lejos, inmerso en la multiplicación de sus formas simétricas no hay remembranza de agua salada, si no de un mar dulce. Sin embargo, a una, dos, a lo mucho tres cuadras hacia cualquiera de los puntos cardinales esta el mar, aun el acceso principal es un túnel marino, se construyo por debajo del agua para prevenir algun atentado a los barcos navales mientras cruzaran bajo un puente, en caso de que lo hubiera.

Por una esquina de la calle Monticello se aprecia el "Wisconsin" coloso de batalla que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial; con su camuflaje de plomo y los cañones en su eje, forma parte del Museo Nautico, no solamente como un artefacto más de la exhibición, si no como una camara anexa, aunque se encuentre flotando en el agua suspendido por gruesas cadenas. Es enorme.

En el muelle había un evento para recolectar fondos como apoyo a las tropas en Irak. Para caminar por la orilla del agua, los asistentes debían portar un brazalete de $10 dolares por persona. Por el pavimento de una calle aledaña nos colamos, no al muelle pero cerca, y vimos que había puestos vendiendo artesanías, en su mayoría de estílo africano, todo tipo de baratijas vendidas por empresas de renombre, y hasta artículos regalados por otras empresas como medio de publicidad. En el escenario, cantantes jóvenes expresaron su apoyo a las fuerzas militantes, con sus canciones, su exaltación musical, vocal y discursiva, pero sobre todo con ayuda de un mounstruo de sonido, lograron llenar el lugar de asistentes, mayormente afroamericanos, no sé si todos residentes de Norfolk, pero nunca vi tantos juntos.

Por razones obvias, nuestro paseo se redujo a dos o tres calles, pero mas que nada, al trayecto: Cuarenta dolares es una cantidad exorbitante para alguien con ideas anti-militares.

PARADOXIA

Entrada destacada

Sin que la noche sepa

  Plantaré flores sin que la noche sepa, lejos de todas las ausencias. Porque aún siento la oscuridad reírse en  mí,  con sorna, de lo cómic...